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Segunda Partida

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Mensaje  Keron Vie Oct 29, 2010 12:13 am

Tras seguir al oficial de policía francés hasta un almacén abandonado a las afueras de la ciudad, el grupo de infiltrados alemanes en busca del último miembro decidió averiguar si era el lugar donde podía estar retenido Von Maurel. A media noche marcharon hasta el lugar. Se trataba de un viejo almacén de dos plantas rodeado todo este por un muro de no más de dos metros de altura. La entrada consistía en una reja de metal. Dentro del recinto, además del edificio principal había otro más pequeño destinado a los posibles generadores y depósitos. Mientras observaban el lugar -rodeado en su mayoría por edificios abandonados-, un vehículo llegó al almacén entrando con bastante rapidez por la entrada principal, lo que hacía sospechar de que esta no estuviese cerrada.

Habiendo trazado un plan se disponían a entrar. Redmon, el único herido durante la noche anterior, entraría en el recinto y les cubriría las espaldas desde el edificio de motores. Derek, Dietrich y el oficial Brams entrarían superando el muro y llegando hasta el edificio principal para verificar si era el lugar que buscaban. Con suma cautela y cuidado, la operación comenzó con todos los hombres ocupando su lugar. Una vez llegaron a las ventanas exteriores del edificio pudieron comprobar que en su interior tan solo había dos departamentos de oficinas además de un gran espacio central con varias plantas comunicadas por pasarelas y escaleras metálicas. El oficial se internó por la puerta trasera seguido de los otros dos hombres que se situaron en distintos puntos de las oficinas. Brams actuó sigilosamente, pero Dietrich, que entendía el danés, escuchó con claridad preocupantes palabras: "Matadle, no sabe nada". Actuando deprisa y sin avisar al resto, el soldado tomó una piedra del destartalado edificio y la arrojó contra una ventana provocando el sonido de cristales rotos. Los hombres del interior se alarmaron, mandando a varios a ver qué ocurría. El primer hombre que bajó por las escaleras fue abatido por los soldados alemanes, así como el segundo. Desde las plantas superiores abrían fuego consiguiendo varios impactos superficiales. Redmon cubría desde el exterior mientras en el interior se desataba una lluvia de disparos. Finalmente y tras varias heridas de cierta consideración, todos los hombres salvo uno fueron abatidos. Tan solo escapó uno, el único francotirador que se encontraba allí y posiblemente el hombre que había disparado la noche pasada desde el otro edificio. Por fortuna, en una pequeña sala se encontraba atado y amordazado el soldado alemán, Andreas Von Maurel. Cogiendo el cuerpo y escuchando de fondo las sirenas de coches de policía, Redmon robó el coche que previamente había entrado en el recinto. Recogió a todos los hombres y abandonó el lugar consiguiendo dejar atrás a los otros coches.

Una vez a salvo y aún dentro del vehículo se atendió al prisionero ya liberado y se le interrogó sobre su libertad y sobre lo que había ocurrido para que acabase en aquella situación. Fiel a sus órdenes, Von Maurel no reveló su verdadera identidad hasta haberse asegurado de las intenciones de sus nuevos "captores". Pese a todo, no reveló las órdenes dadas por sus superiores acerca de la misión que debía hacer en tierras danesas, lo que supuso un encontronazo con el oficial Brams. Una vez se aclararon varios aspectos, acudieron a un lugar seguro preparado por Von Maurel para enviar un informe a sus superiores y esperar nuevas órdenes. Estas consistieron en regresar a Alemania pues pronto comenzaría la ocupación del país por parte de las fuerzas germanas.

Horas más tarde llegaron hasta el punto indicado, siendo un lugar cercano a la costa, donde vieron llegar una pequeña embarcación que los recogió y los llevó a bordo de un submarino. Allí se les recibió gratamente, en especial al camarada Von Maurel, siendo uno de los responsables de la información entregada a su país para el rápido y efectivo ataque llevado a cabo varios días después.

Pasados unos pocos días y ya en tierra, fueron llevados rápidamente y sin hacer preguntas al Castillo de Wewelsburg. Según Klee, se trataba del refugio personal de Enrich Himmler, el comandante de las SS. Tenía forma de punta de lanza y se decía que formaba parte de una red geomántica. Una vez llegaron fueron recibidos por un alto rango y tras unas pocas palabras y sin más dilación fueron llevados hacia la torre más alta de la fortificación. Su planta era redonda, con un orificio en el centro del que surgían líneas negras que cubrían el suelo. A su alrededor había varios asientos de piedra, y en lo más alto de la cúpula, en su parte central, una calavera.

Ante ellos apareció un hombre de porte imponente, el General Hielstcher. Tenía el uniforme repleto de condecoraciones, y una pesada capa cubría sus hombros. Un anillo con una calavera adornaba su mano, y se ayudaba de un cuidadísimo bastón de madera y metal. Habló con la voz de cien hombres para recibirles, felicitándoles brevemente por la rapidez con la que se había hecho todo hasta el momento. Les encomendó una nueva misión de alto secreto. Desde ese instante, los cinco hombres formarían parte del Anhenerbe, una sociedad dentro de los estamentos de las SS encargados de la preservación de las antiguas tradiciones germanas (rituales, dioses, escritos, leyendas, etc.). Su nueva misión de alto rango consistía en viajar a París, a una casa de subastas, y conseguir a ser posible un objeto conocido como "El Críptex de Mateo", o bien averiguar todo lo posible sobre este para poder seguir su pista. En París la única pista que tenían era Debureaux et Associés, la casa de subastas donde se sabía que el objeto sería vendido o ya lo había sido. Una vez clara la nueva misión, abandonaron el lugar no sin mirar todo por última vez y sentir un terrible escalofrío a lo largo de toda su espalda.

Habiendo conseguido pasaportes falsos -se harían pasar por comerciantes holandeses-, y tras preparar todo el equipo de viaje incluyendo algún arma de gran calibre, la nueva unidad dirigida por el oficial alemán tomó un avión. Dicho vehículo sobrevolaría las tierras francesas donde los hombres saltarían con paracaídas e intentarían infiltrarse en la capital gala. El salto fue óptimo, así como las caídas, pero las patrullas francesas estaban alerta por posibles ataques u asaltos del ejército alemán, por lo que tuvieron que pasar un control de soldados antes de poder seguir su camino a bordo de un autobús. En él, mujeres mayores, comerciantes, granjeros y todo tipo de personas típicas de la tierra, les sirvieron como "pase" hacia París.

Ya en la ciudad buscaron dos hoteles donde hospedarse en dos grupos separados. Un grupo formado por el capitán y por el soldado Klee se acercaron hasta la casa de subastas para conseguir información sobre el objeto que buscaban, el ya conocido Críptex. Allí consiguieron una cita con el encargado de la casa a una hora determinada. Hasta ese momento, el capitán impartió órdenes a sus hombres, destacando por encima de todo, el no llamar la atención. Hasta el momento habían tenido algún problema, solventado hasta entonces gracias al conocimiento de la lengua gala por parte de Klee. Ya con el hombre con el que habían quedado, consiguieron cierta información. Al parecer, el Críptex había sido encontrado en una excavación. Decían que se trataba del lugar donde antiguamente se erigía la torre de la Orden del Temple. Una especie de cuartel general, o centro de mando. En ella se supone se guardaba el tesoro templario. Junto al Críptex, también se encontró un libro al que se le dio el nombre de "Diario de Mateo". De ahí, el nombre del artefacto, por la relación de un objeto con el otro al ser encontrados. Sin percatarse de la posibilidad de conseguir dicho diario, los dos soldados preguntaron sobre la posibilidad de adquirir el Críptex, o bien de obtener información del comprador. Al parecer, había sido vendido a un tal (NOMBRE DEL JUDÍO) tras pagar un millón de francos, lo que suponía una barbaridad. No recogió el artefacto, si no que realizó el pago por medio de un intermediario, y posteriormente el objeto le fue enviado a una dirección en la ciudad de Varsovia, Polonia.

Obtuvieron una dirección, un comprador y el paradero de dicho artefacto. El capitán se reunión con el resto de sus hombres e informaron gracias a un número telefónico a algún tipo de contacto alemán que les proporcionó una vía de escape de la ciudad de París rumbo al castillo de Wewelsburg.


Última edición por Keron el Mar Ago 02, 2011 6:45 pm, editado 6 veces

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Mensaje  Keron Mar Nov 09, 2010 10:02 pm

¡Actualizado un poco! Luego sigo, que tengo visita.

Keron

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Mensaje  Narrador Miér Nov 10, 2010 2:30 am

Castillo de Wewelsburg.
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