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Quinta Partida

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Mensaje  Keron Vie Sep 23, 2011 3:27 pm

En la enorme habitación subterránea decorada con un enorme tapiz los soldados de las SS observaron a la figura espectral desaparecer por una de las cuatro puertas que había, dos en al norte y otras dos al sur.

- ¿Qué fue eso? -dijo Andreas.

- ¡Lo sabía! ¡Sabía que había algo más allá de la muerte! ¡Lo veía en sus ojos antes de morir! -gritó Dietrich.

- Cállense -respondió en oficial Johans. Sacó su arma, observó en derredor y avanzó hacia la puerta por donde la figura había desaparecido.

- Aquí hay algo maligno, señor. Hay algo que quiere llevarnos con él... -murmuró Dietrich nuevamente-. Pretende arrastrarnos hasta el más allá.

- Cállense. Es una orden -apuntó por última vez el oficial al mando.

Los hombres pronto hicieron acopio de valor y recobraron en parte su compostura. Observaron la habitación por donde había salido la imagen, en la zona sur. Se trataba de una sala rectangular con numerosos grabados en el suelo. El oficial afirmó que se trataba de algún ritual de protección o de seguridad. Quizá una prisión... "mágica". Sus hombres asintieron sin preguntarse cómo era posible que su mando superior supiera tales cosas.

En la puerta opuesta, la de la cara norte, dos puntos rojos se movían a la par. Como pequeños rubís las dos marcas les seguían en la lejanía del pasillo que daba paso la puerta. Rápidamente uno de los hombres la cerró con una compuerta de metal atrancándola con un pasador. La puerta situada más próxima a esta también escondía algo extraño. Desde fuera, desde la gran sala, parecía distinguirse una lente de pequeño tamaño incrustada en la roca. Al aproximarse a ella se podían ver varios cables y tubos que descendían por la pared hasta perderse en la roca del suelo.

Asaltados por la curiosidad, los hombres se aproximaron a la sala con grabados. El oficial avanzó valiente, hasta que de pronto pareció quedarse petrificado sobre las runas. No se movía, y su mirada permanecía perdida en la distancia. Tras él, Andreas cometió el mismo error, y tan solo la ayuda del resto de hombres permitió al oficial regresar hasta la gran sala. Tristemente, Andreas desapareció por completo dejándolos estupefactos.

Fue entonces cuando un golpe brutal impactó contra la puerta cerrada y los sacó de su ensimismamiento. Algo enorme la golpeaba por el otro lado haciendo que la compuerta crujiese pese a ser metal. El oficial corrió hacia allá al ver que el pasador podía ceder ante los golpes. De pronto de la otra puerta que quedaba, la más próxima a la sala con grabados, una gran bestia emergió expulsando humo por sus fosas nasales. Sus ojos brillaban como dos rubís de sangre. Tenían la cabeza astada y dos pétreas alas asomaban en su espalda. Dietrich disparó rápidamente hacia la gran gárgola, pero las balas rebotaron en su piel de piedra. El oficial no parecía creérselo desde el otro lado de la sala. De pronto, la bestia cargó contra los dos hombres que permanecían frente a ella, Dietrich y Derek. La esquivaron por suerte, y rápidamente se introdujeron en la sala con la lente. Frente a ellos se encontraron una puerta que abrieron con rapidez para no abandonar la carrera. Entonces la bestia cambió de objetivo, fijándose en el oficial que sujetaba aún la otra puerta. Cargó contra él, y solo una finta oportuna del hombre le salvó haciendo que la gran mole de roca golpease violentamente contra la pared próxima a la puerta. Entonces el oficial buscó una salida, y tan solo vio la sala de los grabados. Corrió para salvar su vida saltando al interior. En el mismo instante en el que puso un pie sobre las runas dejó de ver todo. La oscuridad le abrazó.

Derek y Dietrich corrían de pasillo en pasillo, atravesando una puerta tras otra. Nada les impedía el paso hasta que finalmente llegaron a una sala sin puerta alguna para continuar. Por contra, había unas escaleras de caracol que bajaban a un nivel inferior. Al poner el pie en el primer escalón pudieron escuchar el chocar de la mole de piedra contra los pasillos que habían atravesados. Posiblemente debía haber derribado algún muro de menor tamaño. Continuaron descendiendo hasta que dieron con una puerta que daba paso a una balconada. Dicha balconada se encontraba en lo que parecía una iglesia. Había numerosos bancos, un altar de piedra y numerosos nichos o agujeros en la pared del fondo. Delante del altar había un hombre vestido de una túnica blanca como la del "espectro" que había pasado minutos antes frente a ellos. La cara del hombre era la de su objetivo principal, Moshe Bram. Frente a él, al menos una decena de hombres ataviados con más túnicas del mismo aspecto le escuchaban atentos. A los pies de Moshe, tanto el soldado Andreas como el oficial Johans estaban inmovilizados sobre unos grabados del suelo.

Moshe habló de un ritual, de traición y conspiración. Dijo palabras extrañas y mencionó el Críptex. Entonces Derek y Dietrich se descolgaron por la balconada justo a tiempo de evitar ser encontrados por la bestia alada que se asomó en su búsqueda. En la oscuridad del templo, los ojos rojos de la criatura resaltaban terriblemente. Derek corrió entre los bancos hasta situarse al otro lado del lugar. Moshe dio varias instrucciones, y los hombres abandonaron su lugar frente al templo para ir a por los dos "intrusos" que faltaban. Quedándose solo, Dietrich aprovechó para acercarse al verle postrado frente al altar. Entonces se aproximó hasta poder golpearle a traición por la espalda. Alzó el arma y descargó el brazo dispuesto a dejarle inconsciente. Golpeó la nada, y la túnica cayó al suelo vacía, sin nada en su interior. Acto seguido fue el propio Moshe el que golpeó a Dietrich en la nuca obligándole a postrarse en el suelo. Desde el otro lado del lugar, Derek abrió fuego consiguiendo impactar en la espalda del ritualista. El hombre gritó y se encogió de dolor. Fue el tiempo necesario para que Dietrich se levantase cogiéndole por la espalda y poniendo el cañón del arma bajo la boca de Moshe.

- Suelta el arma, maldito -dijo Dietrich aún dolorido por el anterior golpe-. Si te mueves te vuelo la cabeza. Lo prometo.

Moshe soltó el arma cuando Dietrich le retorció el brazo. No estaba dispuesto a colaborar. Un segundo después el "templo" se llenó de sus seguidores. Una docena, quizá alguno menos, y dos bestias de piedra al fondo. Moshe les gritó, pero solo las amenazas del soldado alemán le amedrentaron un poco. Intercambiaron información, afirmando Brams que los alemanes no sabían para quiénes trabajaban, que estaban equivocados y que todo les llevaría a su perdición. Ellos eran la salvación, y lo que guardaban era demasiado valioso. Entonces Dietrich recordó el motivo que les había llevado hasta allí. Palpó con la mano libre sobre las ropas de Moshe hasta que dio con lo que parecía un recipiente cilíndrico. Cuando lo arrebató de entre sus ropas, Moshe se apartó de un empujón.

- ¡Matadlos! ¡Matadlos a todos! -bramó loco de rabia hacia sus seguidores.

Acto seguido se desató una dantesca escena. Dietrich pugnó con Moshe por el objeto, pues el segundo murmuró unas palabras que provocaron que el objeto saliese de las manos del soldado alemán. Mientras tanto, el teniente y el soldado Von Maurel recuperaron la compostura. El segundo cubrió a su superior hasta que varios de los hombres llegaron a él y casi lo matan a golpes. El teniente se refugió detrás del altar mientras una bestia de piedra se dirigía a él. Derek que aún se mantenía escondido, disparó varias veces sobre Moshe hasta que entre él y Dietrich lo mataron pudiendo recuperar por fin el ansiado Críptex. A continuación se produjo una explosión debido a un cartucho de dinamita que el teniente había arrojado contra la enorme gárgola pétrea. El templo estaba preparado para una voladura, y toda la pared tras el altar mayor estaba repleta de dinamita. Lo aprovechó el teniente Johan para una segunda explosión contra varios de los hombres. Derek descubrió a varios hombres intentando llegar a un detonador, pero por fortuna acabó con ellos a tiempo. Los tiros se sucedían, así como las explosiones y los gritos de dolor, de amenazas y de confusión. Cuando el humo desapareció ligeramente se pudo ver cómo Dietrich escapaba con el Críptex en su mano mientras la última bestia de piedra le perseguía por los pasillos del subterráneo. Desorientado y completamente perdido, el soldado corrió en busca de una salida que jamás encontraría. Puerta tras puerta llegó a una pequeña oquedad en la pared donde se guardaba un pesado volumen escrito a mano y dos figuritas de piedra más pequeñas, una de las cuales estaba rota. Eran tallas de las gárgolas en pequeño tamaño, por lo que rápidamente ató cabos destrozando la que aún quedaba en buen estado. En ese momento la gárgola se quedó completamente parada.

El regreso al lugar donde se encontraban el resto de soldados fue sencillo, tan solo había que seguir el rastro que había dejado la criatura. Al llegar vio que Andreas no había fallecido, pero que su vida corría serio peligro con varias costillas rotas y otros huesos rotos. Parecía tener la mandíbula también rota. El teniente debía andar encorvado y apenas podía hablar pues cuando respiraba un pequeño silbido salía por su boca, posiblemente por un pulmón perforado. Dietrich también estaba herido, con un brazo colgando y una mano inmóvil. Por fortuna, Derek estaba intacto, y pudo ayudarles a buscar una salida. En su huida del subterráneo, encontraron una estancia repleta de tecnología avanzada, con proyectores de vídeo, equipos de grabación, cintas de distintos tipos, pantallas, impresiones, etc. El teniente se hizo con varias de estas cintas para sus superiores. Lo mismo hizo Dietrich con el volumen que encontró al pie de las pequeñas estatuas de piedra. Horas más tarde encontrarían la salida hacia el exterior, más concretamente a la tienda de un conocido de Moshe Bram, el señor Anton.

Keron

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Mensaje  Keron Miér Oct 19, 2011 7:46 pm

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