Sexta Partida

Bien entrada la noche, los soldados alemanes dirigidos por el oficial Brams salieron al aire libre en la ciudad de Cracovia tras haber sido perseguidos, golpeados, bombardeados, disparados y aplastados en los subterráneos de la iglesia de San Jorge. Derek y Dietrich cargaban con Andreas, apenas consciente y con varios huesos rotos. Con presteza, el oficial al mando buscó a Redmon, también perteneciente al comando, el cual llegó para ayudar al resto de sus compañeros. Al poco de aparecer este último, desde la entrada al sótano por la tienda del anticuario se escuchó una gran detonación y enormes bolas de humo y polvo fueron expulsadas hacia fuera. Algún superviviente debió activar el detonador intentando así guardar los secretos que aún quedaban allí dentro.

Llegaron al hospital de campaña habilitado para los soldados alemanes heridos en la toma de la ciudad. Allí revisaron a Von Maurel para cerciorarse que seguiría con vida. Por fortuna, eran huesos rotos y contusiones, pero ninguno había perforado ningún órgano. Tardaría en sanar, pero viviría para contar lo ocurrido aquella noche.

Apenas unas horas después, el oficial usó de sus contactos así como de su posición para conseguir un vuelo que les llevase a todos hasta el castillo de Wawesburg. Fue ese el único momento de descanso para todos, pero no más de tres o cuatro horas. Recibidos por soldados y oficiales, el comando fue escoltado. El oficial al mando llevaba un aparatoso vendaje en su cabeza. Dietrich tenía el hombro izquierdo y el mismo brazo sujetos e inmovilizados. Andreas Von Maurel respiraba con dificultad y era transportado en una silla de ruedas. Por fortuna, ni Redmon ni Derek fueron heridos en Cracovia. Así se presentaron frente al General Hielstcher en la sala principal de la enorme fortaleza y sede de las SS. Su presencia, siempre aterradora, se suavizó ligeramente ante las nuevas noticias sobre la posesión del Críptex así como la entrega de ciertos objetos de curioso valor -libros y figuras de piedra-. Les recibió mágnamente, y les felicitó por sus logros. Tras eso les dio varios días de descanso así como posibilidad para acceder a varias de las salas del castillo, como su inmensa biblioteca.

Dichos días fueron usados para reposo y descanso, necesitado de manera urgente por varios de ellos. La recuperación de Von Maurel parecía satisfactoria, pudiendo moverse por su propio pie unos días después. Mientras tanto, los soldados utilizaron el tiempo en el castillo para hacer ciertas averiguaciones. Antes de la entrega del Críptex, los soldados pudieron ver lo que contenía. No era nada más que un texto con frases inconexas, así como fechas, datos y otros números que no tenían sentido para ellos. Podría parecer una profecía o similar. Con dichos datos en sus cabezas, los soldados fueron a la biblioteca, descubriendo que varios de esos números presentes en el escrito correspondían con unas coordenadas. Esas coordenadas indicaban una isla en medio del río Nilo. Se trataba de una pequeña isla con grandezas de riquezas arqueológicas, Files. Pocos días después las nuevas órdenes les indicaban que debían ir a tal lugar a hacer varios descubrimientos sobre el lugar y pistas allí dejadas. Tenían que encontrar el Libro de los Misterios en el templo de Isis.

Habiéndose recuperado y tomando identidades falsas de doctores, arqueólogos y eruditos, los soldados sobrevolaron el lugar para acto seguido arrojarse en paracaídas. Pese a sus múltiples habilidades y capacidades, el salto en paracaídas no era una de ellas. Por eso mismo, Dietrich fue a parar lejos de los demás, junto al cajón de suministros y materiales que habían preparado para su tapadera. La mala fortuna no acabó ahí, pues jinetes bereberes le atacaron asaltándole con armas de fuego e intentando robar el cargamento. El comando rápidamente encontró a Dietrich y lo salvaron con una gloriosa intervención. Sin embargo, un jinete escapó.