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Décima Partida

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Mensaje  Keron Miér Ago 08, 2012 2:50 pm

Los hombres avanzaron por un estrecho paso de piedra mientras dejaban tras de si la estatua de aquel ser mezcla de humano y cocodrilo. Según se iban moviendo, la oscuridad se hacía más densa a su alrededor, e incluso parecía que quería atraparlos. Dietrich estaba alterado, muy alterado, y no paraba de farfullar y proferir amenazas y maldiciones. Según él, estaban constantemente rodeados de "criaturas y seres".

A cada paso la oscuridad se cernía más sobre ellos, devorando toda fuente de luz. Llegó el punto en el que solo podían verse a ellos mismos. Cuando el camino pareció acabar, frente a ellos pudieron distinguir la forma de un pequeño barco o canoa con una estructura de madera en el centro. Uno de los hombres montó, e inspeccionó el interior del navío. En él solo había unos remos, y en uno de los extremos, un gran reloj de arena que acababa de girarse. Grano a grano, el tiempo había empezado a contar. El oficial mandó subir a bordo y navegar en busca de tierra, ya que salvo el paso de piedra que ya apenas se veía, no había nada más.

Remaron durante horas pasando entre estrechos pasos donde corría el agua, hasta enormes cavernas donde no se llegaba a ver el fondo ni el techo. Pero no había luz, nada brillaba en la oscuridad, tan solo las dos o tres linternas que llevaban ellos encendidas. Dietrich seguía con sus delirios, llegando a cuestionar la misión y el fin de todo lo que hacían. Fue el oficial el que tuvo que tomar las riendas y marcar el límite de las palabras de su subordinado.

Tras varias horas y sin motivo aparente, apagaron las linternas. Entonces algo cortó el aire, y solo un milagro pudo salvar al capitán. Este recibió un enorme corte en un hombro. Una serie de cuchillas oscilaban sobre ellos como un nuevo aviso ante el peligro en el que se habían metido.

El reloj señalaba que había pasado la mitad del tiempo. No sabían exactamente cuánto era eso, pues las horas y los minutos allí abajo pasaban de manera distinta. Los hombres habían perdido la fe en encontrar algo, y la moral estaba por los suelos. Solo los ánimos del capitán les obligaba a seguir remando sin dirección alguna.

De pronto ante ellos se abrió una caverna de grandes dimensiones. Parecía sostenerse por enormes columnas de roca natural que emergían del agua hasta subir al techo, o eso pensaban ya que seguían sin poder verlo. Navegaron por dicha caverna, bordeándola y atravesando el centro con la esperanza de encontrar algo. Pero no fue así, ya que no había salida alguna de aquel sitio. En aquel momento el reloj acabó con su tiempo, y el nivel del agua comenzó a ascender. Era rapidísimo, el agua brotaba de varios puntos y de manera desorbitada como para poder llenar tamañana caverna en tan poco tiempo. Si no encontraban una salida, quedarían sepultados contra el techo al inundarse todo. Por fortuna, uno de los hombres vio una abertura en una de las columnas, pero a mucha altura sobre sus cabezas. Parecía una puerta lo suficientemente grande como para entrar una barcaza por ella. Hasta allí remaron, y manejando tan hábilmente como les fue posible consiguieron atravesar la puerta. La columna de piedra estaba hueca y servía como vaso comunicante para el agua, que ascendió hasta tapar completamente la caverna, pero no para inundar el paso que habían tomado.

Desde la barca y sobre ellos, se veía una cornisa con una puerta. Con ayuda fueron ascendiendo todos hasta encontrarse cara a cara con la enorme losa de piedra. La movieron no sin esfuerzo hasta que frente a ellos se vio un estrecho pasillo. Las linternas revelaban una serie de pasillos y desagües o tragaluces que daban a otra estancia. Al asomarse por ella vieron al oficial británico, y al hombre del bastón que sostenían una losa con extrañas inscripciones. Frente a ellos había una pila llena de sangre, y a su alrededor, unos 7 u 8 soldados muertos.

El ritual había comenzado.

Keron

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Fecha de inscripción : 15/12/2008

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